Escrito por: Némesis Mora | @nemesismora
Un spaniel japonés, blanco y con manchitas negras, subió el elevador con nosotras. La fierecilla no paraba de ladrarle a la vecina del piso 7. Cuando el perro salió del ascensor junto a su dueño, que era la misma cara del perro o mejor dicho, que tenía cara de perro, la vecina recordó la tostonera.
“Una vez mi esposo empezó a gritarme en casa y me dijo que yo era demasiado cojonua. Me acuerdo que estaba haciendo tostones en la cocina mientras él gritaba. No se callaba. Hasta que cogí, me viré y le zumbé con la tostonera pa’ atrás. Pa’ que veas que yo sí tengo cojones, lo que pasa es que se me subieron a las tetas, cabrón”.
Tres meses después, el cabrón murió dizque de un infarto. Al lado del cuerpo, yacía la tostonera con uno que otro rastro de plátano viejo y unas cuantas gotitas espesas con olor a hierro.