Perfiles

Natalia Kerbabian: La ilustradora de los edificios olvidados  

Ilustraciones por: Natalia Kerbabian | @ilustroparanoolvidar

Escrito por: Esther Armenta@estherar_menta

Natalia Kerbabian está segura de una cosa: Buenos Aires se camina con la cabeza arriba. “Por las cúpulas que tiene, que todavía tiene”, dice. Ese ir con la mirada a lo alto la lleva a perderse con frecuencia; porque su “GPS interno” no le ayuda. Un domingo a la tarde, Natalia aparece por la calle Estomba, con teléfono en mano. Está por doblar a la derecha en Roseti cuando se frena en seco. Mira a ambos lados y termina por girar a la izquierda. En esa decisión se encuentra con la casa chorizo que busca. Pasará la próxima hora en la acera de enfrente sentada, observando y dibujando la casa. 

La permanencia de Natalia de cara al domicilio 1615, pone nerviosa a una vecina. La mujer cree que es empleada del ayuntamiento y viene a revisarle los permisos -que no tiene-, para vender miel de abeja. Desde lo alto del balcón, vigila y echa la mirada abajo. Con tono suave, pregunta:

- Hola, hola. ¿Todo bien? ¿Necesitan algo?

Natalia saca la vista del cuaderno, dobla el cuello noventa grados atrás, responde:

- Hola. Todo bien. 

La vecina vuelve al interior. Minutos más tarde se cruzan en el parque. “No, yo soy arquitecta. Dibujo edificios que son patrimonio de la ciudad”.  Aliviada por la noticia, la señora le ofrece volver, quedarse el tiempo necesario, pasar a la casa, tomar té y, si quiere, vivir con ella. Natalia se ríe, no le desagrada la idea, vivió antes en Villa Ortuzar a donde vuelve cada tanto por la esencia de barrio que conserva. 

En el lugar hay más personas, entre ellas Gigi del colectivo “No a las torres. Gigi la presenta a dos más. 

- Ella es ‘Ilustro para no olvidar.

- Ah. No te sigo pero te seguiré, dice un hombre. 

- Sí. Este voy a subirlo hoy, responde Natalia mostrando la foto de una ilustración en el teléfono-, recién fui a Roseti

La casa de Roseti “es otra especie”. Italiana, afrancesada del siglo XX. Tiene detalles particulares, “casi textiles en el remate”. La herrería es más común, “no común, vista, pero muy preciosa”, repara Natalia. Es un edificio al que valora sin problemas estructurales. La portada es de un color durazno muy claro. A la derecha tiene un portón, al centro la puerta de entrada y a la izquierda, una ventana de herrería gris sellada por el anuncio inmobiliario de TeeGarden. Una postal de cinco pisos luminosos, de estilo “sobrio, moderno y minimalista”, se erige como presagio para la casa chorizo. 

Los dibujos de Natalia son pensados para el futuro, cuando Buenos Aires haya cambiado. Para inmortalizar esos lugares los examina, los descifra en voz alta, en lenguaje desconocido a las masas. Nombra bruñas, molduras, ornamentos, remates, rosetas. 

“Que hermosa reja, a ver”. Se dice, se guía, se aclara. Cuida las proporciones. Borra cuando cree necesario. Mira un segundo a la arquitectura y otro dibuja en el papel. Así se va de uno en uno, en un ritual que lleva la mirada arriba, luego papel. Así dibujó cuarenta y seis fachadas en cuatro meses. Mirada arriba, luego papel. Ilustra hasta seis horas por jornada. Mirada arriba, papel. Las horas no alcanzan. Mirada arriba, papel. Hay una lista de doscientas fachadas sin dibujar. Mirada arriba, papel. Cada día recibe hasta diez notificaciones de edificios históricos en venta. Mirada arriba. Algunos son construcciones previas a 1941. Papel. Las construcciones de 1941 deben ser evaluadas antes de modificarse. Mirada arriba. Lo dice la Ley 3056 de la legislatura porteña. Papel. Pero la ley tiene un Consejo Asesor que puede desestimar y autorizar la modificación del inmueble. Borra. La de Roseti está desestimada. Papel. “Mientras no te derrumbes tú”, le dijo un amigo. Mirada arriba, luego papel. 

Natalia sigue el circuito. Pasa tres mil seiscientos segundos con el cuaderno apoyado en las rodillas, en trazos deben ser casi mil ochocientos. Hay ilustraciones que hace con ayuda de fotografías, también consulta en Google Maps pero ella prefiere  ir, verla  “para conectar con la energía de la casa” si aún existe. En presencia nota los detalles, además, así honra a quien la pensó, la construyó. 

-Es una obra. Está firmada. El artista firma la obra, ¿viste? 

Con los ojos puestos arriba, Natalia anduvo por Barrio Norte, Palermo, Caballito, Villa del Parque, Coghlan, Villa Crespo, Chacarita, Agronomía, Mataderos, Flores, Villa Urquiza, Colegiales y más zonas de la capital. Si en sus caminatas se perdiera de verdad, no haría falta llegar para encontrar una vivienda considerada patrimonio arquitectónico que esté a la venta o simplemente no esté más. Pasa en toda Buenos Aires. 

Natalia acaricia la fachada de Roseti con la mirada, le da el pésame, la despide.

-Ay bonita. Lo siento mucho.

SOBRE LA AUTORA
Esther Armenta es mexicana pero vive en Buenos Aires. Tiene 26 años, cinco plantas y un gato perdido. Periodista y estudiante de posgrado en periodismo narrativo.

Némesis Mora