Perfiles

Las niñas negras también luchan

Arte: Milagros Pico | @milagros.pico

Arte: Milagros Pico | @milagros.pico

Por: Némesis Mora Pérez | @nemesismora
Este artículo fue publicado originalmente en el 2017

Aquel triciclo que pidió a los Reyes Magos cuando apenas tenía cuatro años nunca llegó. Sin embargo, el hermano menor de la familia Rivera Lassén había recibido el suyo. Nadie olvidó el regalo de Ana Irma, tampoco fue una equivocación darle el triciclo a su hermano.

-Las niñas no corren triciclos, dijo su madre.

-Eso no es justo y no es cierto… Cuando yo crezca voy a luchar por eso. Eso no puede ser, soltó Ana Irma enfurecida desde el balcón de su casa en Santurce.

Desde entonces, sus padres no volvieron a prohibirle montar un triciclo. Tampoco se negaron a los patines ni a las salidas en bicicleta de Ana Irma. Pero era muy pequeña como para darse cuenta que había anotado su primera victoria contra la desigualdad ese 6 de enero de 1959.

Mientras estaba en escuela superior se dedicó a conocer en su tiempo libre la historia de las sufragistas en Puerto Rico y estudiar algunos clásicos del feminismo como “El segundo sexo”, “ Feminism mistic” y “ Sexual politics “. Además de leerse de rabo a cabo textos sobre los movimientos feministas en Francia.

Ante la ausencia de textos y documentos sobre el sufragio en Puerto Rico para finales de la década del 50 y comienzos del 60, la biblioteca de su casa, la de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y la del Ateneo Puertorriqueño, fueron su refugio intelectual. Aunque también tenía una ventaja, su papá era profesor en el recinto de Río Piedras y los libros de literatura, historia y filosofía nunca le faltaron. Por eso, muchas de las respuestas las encontraba sin tener que salir de su hogar.

Para la década del 1970, relata Ana Irma, América Latina estaba, en su mayoría, dominada por dictaduras y regímenes poco abiertos al tema de los derechos de las mujeres. Era casi imposible encontrar literatura sobre las sufragistas, que fueron las feministas de la primera época del movimiento por los derechos de la mujer en Puerto Rico.

Con 16 años de edad ingresó a la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, bajo la facultad de Humanidades con concentración en Literatura y Estudios Hispánicos. Terminó el bachillerato en tres años. A los 17 formaba parte de grupos pro derechos de las mujeres y fundó, junto a Mary Bird, Patricia Shahen, Alma Méndez y Nilda Aponte, uno de los movimiento feministas no partidistas más importantes en Puerto Rico, llamado Mujer Intégrate Ahora (MIA).

Para ubicarnos en tiempo y espacio, el movimiento salió a la luz un 8 de enero de 1972. Ana Irma era la presidenta y la más joven de la organización. MIA desapareció siete años después.

“Mi papá me llevaba a las reuniones de MIA aun cuando yo me fui a vivir sola. Vivo sola desde los 17 años. Al salir de las reuniones él me llevaba al apartamento. Pero también llevaba a todas las que no tenían carro. El chiste de mi papá, que decía para molestarme, era que cuando se escribió la historia del feminismo había que reconocerle a él que había sido parte y que el movimiento feminista cabía en su carro. Y se reía cuando lo decía. Él me apoyaba mucho. Guardaba documentos. A mí me tocó cuidarlo en su proceso hasta que falleció. Padecía de Alzheimer. Mientras lo cuidaba, me tocó trabajar las cosas de su casa y me encontré con montones de cosas. Desde recortes de periódico hasta cosas sobre las mujeres en un sobre que decía ‘para nena’. Él me lo estaba guardando”, recordó Rivera Lassén.

Según el libro Documentos del feminismo: 1970–1979, escrito por Rivera Lassén y Elizabeth Crespo Kebler, el propósito de Mujer Intégrate Ahora fue ayudar a lograr la completa realización de la mujer como individuo y dueño de sí mismo, capaz de tomar decisiones y de dirigir su vida, y su integración a las fuerzas de cambio de la sociedad, con plena igualdad de derechos en todos los aspectos de la vida (Rivera y Crespo 106).

La organización tuvo un impacto inmediato para la década del 70. El colectivo feminista comenzó a llevar actividades a la comunidad y a tomar posturas en torno a temas controvertibles para aquel entonces como el aborto, la imagen de la mujer en los medios de comunicación, la falta de textos escolares que incorporan la lucha de la mujer, la igualdad en el matrimonio, la igualdad en el crédito, las licencias por maternidad, la prostitución, los concursos de belleza, la homosexualidad y el lesbianismo, los centros de niños y niñas, la violación y la esterilización (Rivera y Crespo 106).

Para entender la lucha de MIA, es importante contextualizar el atraso de políticas públicas feministas que existían para la década del 70 en la Isla. Por dar un ejemplo, no fue hasta el 1976 que el gobierno de Puerto Rico aprobó la llamada Reforma de Familia, que le otorgaba igualdad a las mujeres en el matrimonio. El camino para su aprobación tardó siete años.

Antes de que se aprobara la Reforma de Familia, el Código Civil de Puerto Rico, establecido en el 1930, decía así:

Aunque ambos cónyuges son dueños por igual de los bienes de ambos, el marido por ley tiene el derecho de vender, transferir o hipotecar la propiedad sin el consentimiento y conocimiento de su compañera. (Rivera y Crespo 106).

Es decir, y según explica Riviera Lassén, la mujer legalmente tenía que seguir al marido donde quiera que él fuera. Si no, se le acusaba de abandonar el hogar. La mujer tampoco podía representar al matrimonio porque el único representante legal era el hombre. Y, por si fuera poco, si la mujer se divorciaba del marido, tenía que esperar 301 días para volverse a casar. El hombre podía contraer nupcias al día siguiente.

“Todo esto tiene que ver con los dogmas religiosos. Si yo te digo que la mujer tiene que seguir al marido por donde quiera que él ponga la residencia, la mujer tiene que obedecer al marido. Eso lo decían las leyes. Eso son dogmas que vienen de la Iglesia Católica. Porque en Puerto Rico por muchos años la Iglesia Católica era la religión oficial. Donde tu tienes países que hay una religión oficial, lo que es dogma religioso se convierte en ley. Y usualmente lo que es pecado en esa religión, se convierte en delito. Por eso es que cuando uno habla de la necesidad de dividir iglesia y estado, todo el tiempo te vas a estar encontrando con escollos que vienen de épocas donde esa división no existía”, explicó.

Y Ana Irma Rivera Lassén tiene mucha razón. La separación de iglesia y estado no existió hasta el 1898 cuando Puerto Rico fue invadido por los Estados Unidos. Tal y como lee el libro “Catolicismo y política en Puerto Rico”, todavía en el 1822, el Código Penal Español que aplicaba a la Isla decía en su artículo 227:

Todo español que conspire directamente y de hecho para establecer otra religión en las Españas o a que la Nación Española deje de profesar la religión católica, apostólica, romana, es traidor y sufrirá la pena de muerte. (Silva 13).

El artículo 233 añadía: “…el español que apostare de la religión católica y romana perderá todos los empleos, sueldos y honores que tuviere en el reino y será considerado como no español” (Silva 14).

Mujer Intégrate Ahora también fue una organización que abogó abiertamente por el derecho a la mujer a detener su embarazo. La activista recuerda cuando visitó, junto a las demás integrantes de MIA y siendo menor de edad, distintos programas de radio y televisión para mostrase a favor del aborto.

El caso de Roe vs. Wade fue un tema que tomó gran relevancia para el 1973. En Puerto Rico el gobierno de turno aseguraba que el caso, en el que el Tribunal Supremo federal estableció que las mujeres tienen derecho al aborto, no aplicaba a la isla. Sin embargo, se terminó legalizando el aborto por petición.

Años antes de que la terminación del embarazo por petición fuera legal, en la Isla solo se practicaba el aborto terapéutico. La demanda era tan alta que Rivera Lassen asegura que Puerto Rico era la meca del aborto. Mujeres venían desde otros países para pagar en la Isla muchísimo dinero por la práctica. Pero luego del caso Roe vs. Wade, reconoce la activista, el aborto se volvió más inaccesible. “El caso lo que hace es que levanta la furia de los grupos fundamentalistas que creó toda una cortina de promoción en contra del derecho a las mujeres y al punto de que la gente piensa que el aborto es ilegal. Lograron crear un promoción y cortina de ilegalidad que la gente ya piensa que es ilegal”.

Ya para el 1980 el caso Pueblo vs. Duarte volvió a poner sobre la mesa el tema del aborto mostrando su legalidad en el archipiélago caribeño una vez más.

Ana Irma Rivera Lassén también fue una de las fundadoras de la Comunidad de Orgullo Gay. Para el 1974, Rivera Lassén se encargó de leer la declaración de la fundación de la comunidad en vivo a través de la radio. En ese preciso momento dejó salir a la luz su lesbianismo. Al terminar, y aunque no se suponía, dijeron su nombre. El programa fue escuchado por más personas de lo que ella creía, entre ellos su papá, y algunos se mostraron en contra de que la activista saliera oficialmente del closet. Tanto así que la misma organización en la que era líder, MIA, no estuvo a favor de su decisión. Ahí se percató de cuán fuerte y rampante podía ser la lesbofobia.

Durante la década del 70, y Rivera Lassén enfatiza que hasta el día de hoy, las mujeres no se atrevían salir a la calle para dejarle saber al mundo que eran feministas. Tenían miedo de que las tildaran de lesbiana. Incluso, el prejuicio estaba bien marcado dentro de las mismas organizaciones feministas.

“Mi activismo feminista tenía que estar visiblemente marcado por el tema de la orientación sexual porque yo en el closet no me iba a meter de nuevo. Yo tenía que estar en una organización que no solamente en palabras dijera que está a favor de los derechos de todo el mundo, sino que lo mostrara en acción”, confesó.

Aunque desde pequeña le corre por las venas defender sus derechos y el de los marginados, nunca le pasó por la mente concentrar su carrera profesional como abogada. Más bien se dejó guiar por los consejos y recomendaciones de amistades y colegas que le advertían: “Estudia Derecho… porque al final tú vas por ahí abogando por derechos todo el tiempo”.

A sus 18 años fue admitida a la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico, donde culminó un Juris Doctor.

“Creo que fue la mejor decisión. Me dio instrumentos para seguir haciendo lo que estaba haciendo pero con una legitimidad que algunas personas no me daban. Primero por la edad, era muy jovencita. Segundo, por el título. Yo me gradué bien jovencita pero tenía el título. En ocasiones yo hacía maldades… como publicar tiempo después la misma columna que escribí antes del título. Y las reacciones eran distintas. La legitimidad que te da el dichoso título”, confesó.

Sus pasos dentro de la abogacía la llevaron a ser la primera mujer negra y abiertamente lesbiana en presidir el colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico durante el 2012 hasta el 2014. Ana Irma Rivera Lassén fue la tercera mujer en liderar el organismo desde su fundación en el año 1840.

Durante su presidencia, se encargó de que la institución dejara de llamarse Colegio de Abogados de Puerto Rico para convertirlo en el Colegio de Abogados y Abogadas de Puerto Rico. De esa forma, se patrocinó un lenguaje inclusivo en todos los aspectos. Bajo su liderato también se lograron establecer nuevas plataformas digitales y electrónicas para los cursos que se le ofrecen a los abogados y abogadas y se renovaron las infraestructuras del espacio.

“Yo venía con todo”, confiesa la abogada sobre su presidencia en el Colegio.

Con el propósito de visibilizar y reconocer a las mujeres abogadas, Rivera Lassen se encargó que en su periodo como presidenta se publicara una edición donde se diera a conocer a las primeras 100 abogadas de Puerto Rico. La publicación se llamó “Las primeras 100”.

Herminia Torres García, de padre español y madre esclava liberta, fue la primera mujer en obtener un grado en Derecho en Puerto Rico para junio de 1917.

Por otra parte, la licenciada Rivera Lassén admite que muchas de las leyes de avanzada que se han aprobado en la Isla son resultado de las luchas por parte de los movimientos feministas a través del tiempo. Algunas de estas leyes son: la Reforma de Familia (1976), Ley de Prevención e Intervención con la Violencia Doméstica- o mejor conocida como Ley 54 (1989)- y la Ley para prohibir el hostigamiento sexual en el empleo (1988).

Sin embargo, Rivera Lassén destaca la necesidad de actualizar el Código Civil de Puerto Rico -que data del año 1930-, reformar toda aquella legislación que necesite cambios y lograr la implantación adecuada de las leyes.

“Lo que pasa es que tu puedes tener una ley fuerte y lo que importa es la implantación… Hemos logrado legislaciones muy buenas pero son legislaciones que cambian tanto. Lo que es el patriarcado que se acomoda en todo lo que es la manera de funcionar de la justicia. Que a lo que tu logras sacudir todo eso, vas a tener problemas. Son gente que se acomoda en su patriarcado y creen que se pueden salir con las suyas. Como el caso del alcalde de Guaynabo que tal vez sea el más reciente”, dijo la abogada.

El alcalde del municipio de Guaynabo, Héctor O’Neill, fue suspendido de su cargo el pasado mes de mayo, tiempo después de ser acusado de agresión sexual contra varias mujeres, entre ella una de sus empleadas. Varios de los medios de comunicación locales apuntan que O’Neill pagó 30,000 dólares para transar la demanda. En junio de 2017 O’Neill renunció oficialmente a su cargo. Actualmente el municipio se encuentra en busca de su próximo alcalde.

La necesidad de reformar las leyes se hace más latente y necesaria cuando existen legislaciones que criminalizan a los menores de edad, tal y como ocurre en Puerto Rico. Según Rivera Lassen, estos problemas laceran las luchas que se han llevado a través de los años a favor de las causas justas y pro derechos humanos.

Entre los años fiscales 2009–2010 a 2014–2015, lee el reportaje “Expertos urgen a fijar edad mínima para acusar” publicado en el periódico El Nuevo Día, 48 menores de 11 años fueron encontrados culpables de faltas en los tribunales.

“Pero esa cifra no cuenta los incontables niños que fueron arrestados, encausados y enfrentados a fiscales y jueces, sin que el proceso, por una u otra razón, hubiera concluido con una declaración de culpabilidad”, señala el reportaje del periodista Benjamín Torres Gotay.

El caso más reciente es el de Alma Yarida Cruz Cruz. Tiene solo 11 años y enfrenta cinco cargos en el tribunal de menores de Puerto Rico. Es una niña de escasos recursos, negra y proveniente de uno de los municipios más pobres del país, Loíza. Se le acusa de agresión simple, amenaza y alteración a la paz. Fue expulsada por el director de su escuela sin el debido proceso de ley. Esto surge luego de una pelea entre Alma Yarida y otra niña. Hay medios locales que aseguran que Alma Yarida era hostigada por ser negra.

“Creo que si este caso particular sale a la luz públicamente, hay una muestra de conciencia. No es la primera vez que hay niños de esas edades en tribunales. Llamó la atención porque es una niña negra, que era víctima de bullying. Una víctima que termina siendo criminalizada. Hay algo de conciencia, pero destapa que lo que le está pasando a esta nena le está pasando a montones de otros niños de este país que están siendo sometidos a procesos en tribunales. Es una desgracia”, dijo la abogada.

Sobre el proceso de presentarse en un tribunal siendo menor de edad, Rivera Lassén confesó que en los casos civiles, “cuando expones a una niña a lo que es el proceso de un tribunal, te marca para siempre. Los tribunales le meten miedo a cualquiera. El tribunal está hecho para eso. Porque tiene que infundir respeto. El lenguaje del tribunal te deja saber que tu estás allá. Los jueces visten distinto. No como tu ni como yo. Cuando entran, tienes que ponerte de pie. No puedes hablar si no te dan permiso”.

El caso de la niña Alma Yarida hace más latente la importancia de abordar el tema de discrimen por raza y hostigamiento racial en Puerto Rico. Ana Irma, quien también formó parte para la década del 70 del colectivo Union of Black Puerto Rican Women (UMUPUEM), admite que es un tema que necesita trabajarse con más fuerza y ejercer más presión en cuanto a creación de políticas públicas se trata.

La abogada señala, con cierta preocupación, la negación del racismo que existe entre los puertorriqueños. Uno de los ejemplos más recientes es el CENSO del 2010 que se llevó a cabo en la Isla. A pesar del mestizaje de razas que tienen los boricuas, un 80% se declaró como “blanco”.

Sin embargo, las cosas han cambiado un poco.

El escritor y catedrático Isabelo Zenón Cruz incorporó en su libro Narciso descubre su trasero, publicado en el 1975, estudios e investigaciones sobre el negro en la cultura puertorriqueña. En una tesis de Antonio Martínez Rosario, publicada en el primer tomo del libro, queda en evidencia el discrimen racial para esa época. Algunos pasajes de esta investigación publicadas en el libro de Zenón destacan lo siguiente (109):

  • Un 99% relacionó el marrón o negro con “bruto” mientras que un 0% lo relacionó con blanco.

  • Solo un 2% relacionó el color negro o marrón con “pasivo” mientras que un 75% relacionó “pasivo” con un blanco.

  • Un 74% relacionó el color negro o marrón con un “macho” mientras que el 0% relacionó el color blanco con “macho”.

  • 0% relacionó el negro o marrón con belleza, 92% relacionó el blanco con belleza.

  • Un 45% relaciona el color negro o marrón con “potencia sexual”, un 0% relaciona el color blanco con “potencia sexual”.

Según este estudio, el color negro se relacionaba con la brutalidad, con la fealdad con lo negativo. Mientras que el blanco fue relacionado con la belleza, las cosas nobles, lo bonito y la inteligencia. Asimismo, el investigador Martínez Rosario resalta que entrevistó a “un homosexual negro pasivo, y a dos homosexuales blancos (pasivos y activos). El negro estuvo de acuerdo en que la concepción que los blancos tenían de él, era la del socio macho y que esto era un problema cuando trataba de tener una relación como pasivo, dado a la imagen que tenían de él. Habló de unos bares que hay en Loíza Aldea donde los homosexuales blancos van a buscar ‘negros’ , teniendo esto una connotación de penes grandes, de tipos medio bestiales. En las entrevistas con los blancos, ambos coincidieron que los negros son más potentes sexualmente, que tienen penes más grandes y que tenían curiosidad tremenda en una parte de su vida de probar ‘la maravilla sexual de los negros’” (Zenón 110).

Otra de las investigaciones aseguraba que un 66.3% de la población negra y mulata “se abstendría de asistir a un baile donde la mayoría de las parejas fueran blancas, por temor al rechazo. Además, el 49% de esas mismas personas creían que no serían bien recibidas en dicho baile. El 38% aceptó que serían repudiados en un vecindario de residentes blancos” (Zenón 107).

Al intentar definir el concepto afropuertorriqueñidad, y Rivera Lassén está de acuerdo, es necesario volver a traer a la discusión a Isabelo Zenón, quien es considerado el más importante escritor para concienciar sobre la negritud en Puerto Rico. Pero antes de transportarse a las conversaciones que tenía con Zenón en los 70, la activista y abogada recuerda: “afropuertorriqueñidad es una definición de identidad… afropuertorriqueñidad es una persona afrodescendente que se identifica como negra”.

“Ponerle la palabra ‘afro’ al principio es un producto más de las luchas internacionales para empezar a promover la afrodescendencia en los 70… Seempezaron a discutir que para uno reconocer su ascendencia negra, reconocieras tu ascendencia africana…Isabelo luchó mucho para que no se dijera ‘una persona negra puertorriqueña’. Porque nadie dice un blanco puertorriqueño. Debe ser inverso, una puertorriqueña negra… Eso a tenido grandes discusiones. Si tu eres afrodescendiente, no importa la tonalidad de la piel. La humanidad completa lo es. Pero se refiere a la gente y reconoce que asciende de un tronco africano”, sostuvo la activista, quien publicó un poema suyo en una de las antologías cuyo editor fue el mismo Isabelo Zenón.

Al respecto, Narciso descubre su trasero vuelve a ser relevante. En su primer capítulo titulado “El puertorriqueño negro vs el negro puertorriqueño”, el escritor señala que “la frase negro puertorriqueño encierra una dolorosa realidad: la constante y sistemática marginación de la puertorriqueñidad sufrida por el hombre negro desde los albores de nuestra conciencia nacional” (Zenón 21).

Siguiendo el tema de la negación del racismo en Puerto Rico, Rivera Lassén trae a colación la necesidad de hacer ciertos ajustes en la educación escolar y en sus textos de historia. Confiesa que hay que sacarle de la mente a los niños y niñas esa idea vaga de que las personas negras descienden de los esclavos.

“La afrodescendencia no es esclavitud. No descendemos de esclavos, descendemos de gente africana que vino esclavizada a estas islas. Algunos no. Mientras se diga que es de los esclavos lo que hace es atribuir la identidad de raza a una institución como la esclavitud que da por entendido que eres menos. De hecho, descendientes de objetos porque la esclavitud convertía a los seres humanos negros y negras en objetos de mercantilismo, en propiedad”.

La abogada no titubeó en criticar la forma en la que las escuelas celebraban el Día del Descubrimiento de Puerto Rico. Alega que la vestimenta que tienen que utilizar niños y niñas no representa correctamente lo que es la afrodescendencia. “Hay que transformar la educación. Hay que dejar saber lo cruel que fue”.

Actualmente, con 64 años y planes de publicar más literatura sobre el feminismo en Puerto Rico, Ana Irma Rivera Lassén es presidenta de VAMOS, una organización contra la Junta de Control Fiscal, ente de siete miembros impuesto por los Estados Unidos cuyo, propósito es “asumir el control de las finanzas en Puerto Rico” y “ayudar a la Isla a salir de la crisis fiscal”.

“La organización VAMOS se crea para combatir la Junta desde antes de que se aprobara la ley. Empezamos a combatir desde que era un proyecto de ley. Una vez se aprueba, hemos seguido en nuestra denuncia contra la Junta. Literalmente hemos cogido palos. Perdí los espejuelos, la policía y fuerza de choque me cayeron encima. Hemos cogido palos. Ahora mismo Puerto Rico está en otro momentum. Yo no tengo miedo a eso, es algo que me va a tocar. Mientras yo siga en esta carrera me tocarán los palos que me tocan. Por primera vez en mi vida yo estoy en una organización que es múltiple, que hay de todo. Muchos sindicatos que es un espacio bastante patriarcal. También hay organizaciones de toda índole de la sociedad civil… Ahora soy parte de un grupo más diverso, contrario a otras épocas. Lo veo como un reto. Pero es el reto que tenemos todas las organizaciones para luchar contra la Junta”, explica Rivera Lassén.

Pero, ¿qué más le falta por hacer a Ana Irma Rivera Lassén? La activista admite que ha coqueteado con la idea de lanzarse a la política no partidista. Sobre todo como candidata independiente a la legislatura. En su cotidianidad, es amante a la cocina y vegetariana desde los 14 años. Le gusta la comida asiática, el sazón mediterráneo y las especias.

Volviendo a los Reyes Magos, el triciclo y a los cuatro años de Ana Irma, toda esta historia, junto a su activismo innato, sirvió como pie forzado para que la también escritora publicara uno de sus poemas más preciados: “Las niñas negras también corren triciclo”. Así como otros escritos, investigaciones y ensayos con una carga feminista, a favor de la inclusión de razas y la comunidad LGBTTQ. Temas que la han distinguido desde sus comienzos en las luchas desde la década del ’70 hasta el día de hoy.

Bibliografía

Zenón, Isabelo. Narciso descubre su trasero: el negro en la cultura puertorriqueña. San Juan: Editorial Furidi, 1975. Impreso

Rivera Lassén, Ana Irma y Elizabeth Crespo Kebler. Documentos del feminismo en Puerto Rico:1970–1979. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2001. Impreso

Silva Gotay, Samuel. Catolicismo y política en Puerto Rico. San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2005. Impreso

Torres Gotay, Benjamín. “Expertos urgen a fijar edad mínima para acusar”. El Nuevo Día. 17 junio 2017. Puerto Rico hoy: 4–5. Impreso

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Némesis Mora